por mi gravísima
culpa.
Tremía mi voz
confesando.
Padre estoy pecando.
¡Padre estoy
amando!
El sacerdote, como
un Dios frente a mí.
-Repetía- Santo… santo… Santo…
La Primavera floreciendo.
Las flores
exhalando sus perfumes.
La mariposa dejaba
su capullo.
Todo estaba
naciendo y yo muriendo.
Por mi culpa… por
mi culpa…
por mi gravísima
culpa…
Santo... Santo... Santo...
El sacerdote de mirar sereno...
Sin conocer mi pecado.
Me bendice, me absuelve
y me condena...
y me condena...
A vivir sin
él. Para siempre…
SYLVIA ELIZABETH
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