El milagro es reflejo de una búsqueda tan desesperada en sus diferentes formas de expresión.
Mis personajes son cuatro: un rey, un criado, un tigre y un cordero.
No vienen de oriente ni de occidente ni nacen de una cesárea… caminan en mí, arrogante y doblada, rugiendo y llorando… buscando la realidad como un todo para aprender a convivir con mi dolor de ver esta tierra con el útero colgando.
Mi bello rey; en su porte alto, sus cabellos plateándose, su perfil bien delineado, De pie en medio de su jaula dorada, las manos atrás, el tórax contraído, los dedos rígidos y encadenados…
Propio de quien está criando en su interior el cielo y el infierno.
Cuando el hombre se encuentra preso en sí mismo, las manos quieren abrirse y él mismo la cierra.
Este rey desconcertaba con sus cambios de humor, su inseguridad y su miedo de firmar desde el más simple papel hasta el más alto decreto. Así, día tras día fue perdiendo su interioridad de resistir y junto con ello perdió su reinado.
El pueblo que gustaba sentir el perfume de la realeza guardo silencio por tratarse de un rey que no había sido ni malo ni bueno.
Rey o plebeyo. La historia del hombre se repite.
Generaciones van y generaciones vienen. Castillos levantamos y castillos vemos caer.
Este rey no soñó ni pidió una corona…ni siquiera supo cómo abdicar a ella.
Cuando el tigre ruge dentro de nosotros, tenemos siempre dentro, o del lado de afuera un cordero llorando.
A este rey sin trono, sin corona y sin barriga, le quedaba un criado que lloraba por él, quizás el último de la corte, mas era fiel a su Majestad.
Rey y criado se cambiaron para una vieja casa cubierta de hiedras con un cierto aire de nobleza… donde las arañas habían tejido las más delicadas cortinas, el criado, sin apreciar sus trabajos, iba abriendo los gruesos ventanales y las paredes parecían respirar…
Mas al rey no le gustaba la claridad; el criado le decía ¡La luz es vida Majestad.
Y en ese ir y venir la reserva de alimentos fue
Terminándose…el criado consciente de tal situación se sentó a pensar… y el rey empezó a pasearse…parecía estar sintiendo sus músculos y su peso.
Para el criado no era problema, él podía trabajar sólo por la comida…más se preguntaba una y otra vez ¿Y mi señor?.
A esta armadilla tan bien trenzada por nosotros mismos le damos diferentes nombres y terminamos curvándonos como únicos testigos de nuestra propia historia. Todo amor que nos curve nos torna irreverentes, pero vivimos curvados esperando el MILAGRO.
Para que un día, nuestros amos, nuestros dioses o nuestros señores se dignen a mirarnos.
Volviendo a mis personajes…al rey lo deje paseándose y a su criado pensando.
¡Arcilla!¡Arcilla - exclamo el criado. Yo se trabajarla Majestad. No había mucho que pensar y manos a la obra.
La mayoría de los primeros tachos mal cosidos se quebraban, más a los pocos aquella alma de artesano humilde fue hablando por sus dedos, los que iban modelando nuevas piezas que después vendería en los pueblos vecinos.
El rey paró de pasearse…y en el aire empezaba a gestarse el MILAGRO, A través de los cántaros el rey observaba…formas confusas y difusas que pasaban por su mente…sentía estar extendiéndose, veía pasar ríos, valles, gente y el reflejo de su historia…al mismo tiempo aquella sensación de vacío… vacío…
de él, todo estaba partiendo…
Este vacío le llevaba sus pérdidas sus ganancias y sus miedos.
Empezó a volver lentamente…y los cántaros eran cántaros y la realidad su propio espejo, Se volvió y por la primera vez miró a su criado… y vio un hombre encogido, sentado en un montón de paja frente a la masa de greda… con los dedos torcidos por la humedad terminando de ahuecar un jarrón.
El rey le preguntó - ¿Cómo te llamas?
El criado respondió – no sé Majestad siempre me llamaron de criado.
El rey le dijo: - Dame ese jarrón…yo voy a terminarlo y tú vas a descansar.
Con la majestad de un soberano se quitó su vieja capa y le cubrió los hombros luego se sentó, cruzó sus piernas, tomo el jarrón y comenzó a labrarlo.
Yo quisiera hacer pagar al rey su demorada inconsciencia y quisiera colocar al criado en una nube en busca del premio… por su otra inconsciencia mayor… la de perder su identidad al servicio de una sola persona.
Mas es tan caro el precio que pagamos por todo. Que voy a dejarles vivir como dos almas sin deudas y sin culpas.
Se miraban y sonreían, parecía que el rey siempre había sido artesano. Su rostro, sus manos, su voz, todo en él, era paz…
Decía el rey: Las líneas que estoy trazando no tienen mayor importancia, el vacío que tú ahuecaste con tu silencio es la parte útil en este jarrón… Así como a la vida le encontramos utilidad cuando estamos vacíos… sólo entonces podemos ver y sentir su belleza natural y espontánea…
Y el jarrón en sus manos cobraba vida.
Y por la milésima vez se unía el lago y la montaña.
Testigo de este encuentro la naturaleza en su manifestación pura…baja el telón.
Y yo sigo mi camino… con mi tigre rugiendo
y mi cordero llorando.
Sylvia Elizabeth