terça-feira, 14 de julho de 2015

ROUVANIER


                 Se dice en la cultura oriental.  Quién no medita vive con un ala quebrada. Pero siempre nos preguntamos  ¿qué es meditar?
Fue así que este hombre de mediana edad de nombre Rouvanier.
Subió a la montaña en busca de ese conocimiento.
        Se encontró ante un Sabio Maestro sentado  con sus piernas cruzadas en profunda meditación, vestía una túnica simple, de un blanco crudo, con una abertura en el  pecho.  Su cabellera era espesa y en su rostro había la serenidad del agua en calma…
           Rouvanier se quitó su calzado, se curvo reverente y le dijo:
Maestro enséñeme a meditar… quiero encontrar la paz y la alegría que fui perdiendo día tras día…  o que quizás nunca tuve conmigo.
              El Maestro lo miró y dijo; - traes mucha gente contigo;  mujeres, hijos,  parientes, amigos.
              Baja la montaña y sube sin ellos y me encontraras aquí.
       
       DONDE ESTOY AHORA…DONDE SIEMPRE ESTUVE…
Y DONDE SIEMPRE ESTARÉ.

          Rouvanier  mientras bajaba la montaña se decía;  el Maestro tiene razón...  yo cargo demasiada gente conmigo.
          Y por su mente pasaban rostros y más rostros sentimientos de culpa  y todo lo que la alegría y el dolor involucran.
            Después de un corto tiempo,  Rouvanier se encontró nuevamente ante el Maestro. 
          Quería que él notara su presencia…poco a poco su ansiedad se fue aquietando…se sentó…y pasaron horas…hasta…
              Que el Maestro lentamente levantó los parpados…lo vio y le pregunto.  ¿Es verdad que quieres aprender a meditar?  Pero tienes muchas poses,  que causan ruido en tu mente. Baja la montaña y sube sin ellas y me encontrarás aquí.
       
        DONDE ESTOY AHORA…DONDE SIEMPRE ESTUVE…
Y DONDE SIEMPRE ESTARÉ.

            Cuando bajaba se decía; es difícil… muy difícil. De acuerdo a las poses que tengo, son las puertas que se abren... cuando no se tiene nada.   ¡Cuántas puertas se cierran!
Como lograr entender lo que  el Maestro me quiso decir.
                Tiene que haber un equilibrio  entre lo mucho, lo poco y lo nada.
                Será que soy responsable por quién no tiene un techo, trabajo, respeto… ¡y no es sólo un ser humano!... son millones en el mundo.  ¿Y yo  qué estoy buscando?  Aprender a meditar o a cerrar los ojos para no ver ni sentir lo que pasa a mí alrededor.  ¡No!   No es cerrar los ojos lo que yo quiero.  Es aprender a tener consciencia.  Saber por qué estoy aquí.  No sé si un día volveré a subir esta montaña.
              Después de un largo tiempo Rouvanier se encontraba en su caminada  ascendente.  Se sentía  joven  como si toda su armadura él mismo hubiese quebrado.  Cuando estaba  llegando pensaba, no importa cuánto tenga que esperar, sólo le temo al frio.
           Nada de esto pasó.  El Maestro estaba con los ojos abiertos, y le dijo: Te estaba esperando.  Baja la  montaña  y despréndete de ti,  el calor y el frio nunca más te van afectar.                Sube  esta montaña de nuevo y me vas a encontrar aquí.
       
          ADONDE  ESTOY AHORA… DONDE SIEMPRE  ESTUVE…
Y DONDE SIEMPRE ESTARÉ.

              Al cerrar los ojos le sonrió… aquella sonrisa fue una luz que penetro hasta la última fibra de su ser.
              Y el buscador de  enseñamientos se curvo con humildad y respeto y comenzó su descenso.
            No comprendía, tampoco  cuestionaba. Sólo quería  bajar para luego estar volviendo.
            Su corazón estaba leve. Una alegría diferente le invadía;  sentía ganas de jugar como un niño.  Tenía la  sensación de que algo muy viejo…quizás de muchas vidas en él, se estaba desmoronando… y un hombre nuevo naciendo.
          Y por la cuarta vez  Rouvanier  se encontraba en la cumbre de la montaña.  Sin poses, sin ansiedad, sin culpas,  sin búsquedas y sin miedos.  Estaba en paz…
         El Maestro caminaba lentamente hacía a él.  De la abertura de su túnica  emanaba  una luz que atraía.  Esta luz no cegaba…clareaba la consciencia.
               La profundidad de su mirada trasformaba dejando a la persona consciente de su ser.
              Entregándole  la responsabilidad de sí mismo y la unión con toda criatura.
       Las líneas de su rostro eran la geografía de la vida…aquella luz resplandecía…
               Mientras  le contemplaba largamente  le dijo: Querías  aprender a meditar,  ya aprendiste… subiendo y bajando esta montaña de la vida.
      Meditar es estar despierto.  Meditar es guardar silencio…para encontrarse a  sí mismo… con su ser interior.
             Si no hay amor, compasión y desprendimiento, no habrá meditación…meditar es amar. Y todo lo demás vendrá por añadidura.
            El Maestro  siguió su camino… dejando una estela de Luz y en Rouvanier la paz y la alegría de vivir.

                                                      Sylvia Elizabeth

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