gran salón.
Con la triste sonrisa de un espectador
El señor Aplauso hacía de anfitrión;
con su fina esposa doña Adulación.
Fragua que consigue toda su intención;
quién no se rinde a su invitación.
Llegó Vanidad, vestida de sol,
atraía su brillo encandilador.
Como nos quemamos en ese fulgor!
Doña Hipocresía brindaba boca a boca,
con el Egoísmo en su misma copa.
En medio del salón, el grueso Capital,
era un pulpo grande de masa viscosa,
movía sus tentáculos en su danza ritual.
Un Materialista era el más alagado
hasta un ateo, le escuchaba embelesado.
Hablaba y analizaba con firme convicción.
Todo en este mundo le hallaba explicación.
Haremos al hombre!
Gritó emocionado!!!
Haremos al hommm…
Esta mecha encendida con tanto vigor,
el más leve soplo le cortó su emoción…
se inclinó sin vida…así se quedó.
Un silencio extraño parecía decir.
“TODOS LOS CAMINOS TERMINAN EN MÍ”
Mas nadie se detuvo ni para mirar…
y todas las cosas siguieron igual.
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